miércoles, junio 18

último día de febrero2014

No quiero irme a dormir.
No quiero irme a dormir porque tengo miedo.
No quiero irme a dormir porque tengo miedo de despertarme.
No quiero irme a dormir porque tengo miedo de despertarme mañana.
No quiero irme a dormir porque tengo miedo de despertarme mañana, creyendo.
No quiero irme a dormir porque tengo miedo de despertarme mañana creyendo que todo está en orden, sintiéndome bien, asumiendo que era sólo cuestión de tiempo. Es el instinto de supervivencia, supongo; el cuerpo asimilando la espina que no puede expulsar. Hace un par de horas le dije que no quería que se fuera la tristeza, y tampoco el malhumor, ni el malestar, ni la extrema sensibilidad. Que sabía que tenía que hacer algo porque no se iban a ir solos. Ahora sólo espero haber estado en lo cierto, necesitar hacer algo para resolverlo, no ser una adolescente que se deprime de noche. Que esta tristeza sea algo que me pasa, no que me atraviesa, sino que está acá y se detiene. Algo que me pertenece. Mi tristeza. Algo de lo que hacerme cargo, algo ante lo que responder de alguna manera, algo que no dé igual. No tengo la menor idea de qué estoy escribiendo. Esto no es un poema, pero tampoco es una verdad. Es un párrafo, en principio. Hace unos días, no sé cuántos, iba en el bondi, volvía a mi casa después de una noche de haber dormido poco. Iba sentada en el asiento individual que está justo encima de la rueda, y entonces escuché o sentí un ruido, como un golpe. Y tuve una impresión. Le inventé un origen. Quise escribir un poema, pero no tenía papel. Quise escribir un poema que empezara diciendo:

el sonido de una cabeza
contra
la chapa de un colectivo.

1 comentario:

  1. no sé a qué hora llegué hasta aquí, pero sí sé que la vida está afuera de los automóviles que transportan personas...

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