domingo, agosto 24

Parki Poem

al principio estaba sólo ahí
y ese era su lugar
y esos sus días
pero un día ahí y entonces
                   aquí y ahora no fueron suficientes
y empecé a verlo en todas partes

salía del baño del shopping
y veía un presunto Parki en el patio de comidas
salía de un pogo, y de pronto uno cualquiera
de los de contra la pared
era Parki
miraba los partidos del mundial
y todos los jugadores eran Parki.
Parki
se había convertido
en un concepto.
y Parki, el Parki real, tenía
la mala suerte de ser portador
de la cara que yo había elegido
para el arquetipo de mi nuevo concepto: Parki.
Había allí algo de ruinas circulares, supongo;
yo había compuesto, pensando en mi actor,
un personaje
y después mi actor no pudo
nunca
dejar se der Harry.

Y así, un día
empecé, casi a modo de rezo,
a twittear sexyParkis periódicos,
mis amigas sabían
de tus logros y ambiciones,
tus cambios de look.
y no porque les interesara, sino porque
cuando Argentina llega
a la final de la Copa del Mundo
el loop social te obliga a aprendértela
y, aunque no quieras, el verte expuesto
a tantas reproducciones e interpretaciones diarias
(de lo mismo) hace
que mientras lavás los platos, distraído,
estés cantando, o apenas farfullando
"Brasil, decime qué se siente".

Ya todos saben quién sos,
de un modo u otro, a nadie se le escapa
quién es Parki porque ya
no tienen opción.
Ya todos saben quién sos, todos
ya están al tanto, saben
todos, menos vos, que no sabés
quién soy yo, que tanto
hablé de vos
con la boca
y con las redes sociales
                                      y con
todos los medios con que la comunicación me bendijo;
yo, que ahora intento
con torpeza, convencerte de que no me denuncies
por acoso,
mis intenciones
siempre fueron buenas;
incluso decentes. Te costará creerlo,
pero sólo quería
una tarde, un ratito
de tu tiempo concedido
para tomarnos una birra
o un té,
conversar, conocernos,
tener hijos, eventualmente casarnos
(si vos quisieras),
vivir juntos
por el resto de nuestras vidas; en fin: nada,
boberías
nimiedades.

Está bien, me voy.
Y no vas a volver a verme,
lo prometo
(después de todo, no me viste
nunca
en todo este tiempo,
ni cuando te seguí
siete cuadras,
casi hasta tu casa),
ni a percibirme siquiera,
no voy a buscarte.
Sólo te digo, aceptame
un último, un único consejo.
Una observación.
A las chicas -de hoy
no les gusta

la gomina.

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