lunes, octubre 24

23 de octubre, 2016


Hace un tiempo que cada vez que pienso en Charly me emociono y me agarra como un extraño orgullo pseudo patriótico, una bola de amor que se me atora en el pecho. Me acuerdo que cuando Messi dijo que se iba de la selección yo pensé algo así como que hay tres cosas, tres elementos de las masas que me hacen pensar con orgullo en este país en el que por azar me tocó nacer. Uno es Messi, sí. Y otro es Charly. El tercero en realidad no lo tengo muy claro pero las tríadas siempre quedan bien. Eso lo aprendí de alguien que también traeré a colación en un ratito.

Si pienso en mi Vida, así, con mayúscula, como si fuera mi Historia personal, me doy cuenta de que soy una persona un poco adicta y obsesiva por naturaleza. Amores intensos sobran, y creo que ni hace falta mencionar a Pez, por ejemplo, o a Sherlock. Pero hay una figura, y una sola, perdón Flaquito, perdón Beatles, perdón todos, que reina por sobre las demás. El Zeus del Olimpo camilanés, el Apolo de mi Parnaso personal. Sé, porque me ha sido contado, que Madre me cantaba canciones de Sui Generis en mi etapa de bebesidad. A eso de los diez u once años un amigo de ella me regaló dos cds: uno que tenía Love Me Do y Please Please Me, y un compilado de Sui Generis. Un par de años después llegué a Seru, y muchos después a La máquina. Algunas de mis amistades fundamentales, casi fundacionales, estuvieron marcadas por esos discos. En 2010 José, el de las tríadas, dio un taller sobre rock nacional en la escuela. Ahí le puse un poco de teoría al amor y, contra lo que podría pensarse, no pasó otra cosa que el afianzamiento de eso que ya pasaba. Si mi amor por Charly se me hacía caprichoso hasta ese entonces, para fin de año me parecía absolutamente inevitable, e incomprensible el hecho de que hubiera gente que no compartiese el sentimiento. Charly es, en efecto, lo más grande que hay, y lo digo como el hecho objetivo que es. Después podemos discutir si te gusta o no, pero nada hay, NADA, por encima de Su Majestad.


Me acuerdo de esa vez que escuchamos "Mientras miro las nuevas olas" en el taller. José explicaba un poco la polémica ante la llegada de la new wave. Cómo los héroes consagrados, Charly, Luis Alberto, rechazaban la movida. Cómo después iban a retractarse también, claro, pero en el ’80, cuando sale Bicicleta, Charly decía eso. Charly decía “la música sigue pero a mí me parece igual”. Y decía también “corbatas con saco gris, flequillo sólo hasta la nariz / la historia prosigue pero, amigos, yo ya la vi”. Nunca me voy a olvidar de José diciendo que quién sino Charly iba a ser quien dijera “mientras miro las nuevas olas / yo ya soy parte del mar”. Todavía hoy, que tengo Bicicleta en el teléfono, llega esa parte y se me pone la piel de gallina, y asiento para mí y digo, tenés razón, José, quién si no Charly. Qué arrogancia, García, qué arrogancia a los 29, pero qué verdad tan grande a esta altura. Porque incluso para los quisquillosos, incluso para aquellos que son capaces de despreciar a los Beatles por esa fobia a lo mainstream, por ese síndrome híspter de hoy, incluso a esos a los que Sui Generis, La máquina de hacer pájaros y Seru Giran no les alcanzaron para decir ok, está bien, dejemos que la Ecúmene corone al tipo, incluso esos tienen problemas a la hora de descalificar al amo de Pianobar, de Clics modernos, de TANTOS discos que son biblias. Sí, Carlos Alberto, claro que sí. Ya no importa qué pase en el país, no importa cuántas bandas pasen por acá, no importa a cuántos recitales vaya. Hace décadas que sos parte del mar. Sos Zeus, y también Poseidón. Me imagino siendo Rafael en el momento de pintar El Parnaso: Melpómene, Terpsícore, Clío, Urania, y así las nueve musas, y en el medio, Charly.

Y cuando estoy por cerrar esto me acuerdo de otra cosa. Me acuerdo del verano de principios de 2012. Cuatro días antes de que se muriera el Flaco yo vi, por primera y presumiblemente única vez en mi vida, a Charly en vivo. Llegué a casa y le escribí a José, diciéndole que me sentía emocionada, feliz y libre. Acabo de buscar ese mail y después de mucho rato de no encontrarlo, finalmente apareció en una carpeta que se llama “importantitos”. Nunca termino de entender por qué, pero Charly siempre estuvo en la frontera entre lo familiar y lo místico para mí. Le decía a José que me había acordado del taller, y de sus notas, y de la educación sentimental, y también le agradecía, no sabía bien por qué. Y él me contestaba con una estrofa de una canción, “Vos también estabas verde”. Eso tampoco lo entendí nunca, pero tuvo sentido, y lo tiene hoy, porque a veces uno entiende que algunas cosas son incomprensibles pero hermosas.

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