viernes, marzo 23

cuota tres de revancha


La piña: podés intentar tocarle el centro, pero no creo que tus dedos sean lo suficientemente finos. Digamos entonces que es impenetrable.
La piña: podés intentar contar cuántos cositos -deciles escamas o pinchitos, si querés- tiene, pero estoy segura de que te vas a perder. Podemos decir, entonces, que es infinito.
La piña: podés pararla con la base para abajo, pero no me parece que puedas pararla sobre la punta. Concluímos en que es como la pirámide social.
La piña: la podés oler, la podés tocar, hasta la podés comer, pero no la podés leer. De modo que podemos decir que por muchas piñas que haya, no nos ayudan a acabar con el analfabetismo.
La piña: se la podés tirar a alguien por la cabeza, pero no creo que lo mates. Decimos entonces que la piña no es la culpable de los crímenes de lesa humanidad.
La piña: hagas lo que hagas con ella, siempre podés hacer algo más. Por eso es mi amiga en la sala de espera.
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Hacer una pared con algo
que sabés que te vas a comer.
                                          (Y que no podés comparar porque tardás demasiado en masticarlo).
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Escribiendo/trabajando con texturas me siento
como un pintor.
Pero hace tanto que no pinto
y tanto que no escribo
que ya no sé qué soy.
                                                                 (Si un ser
                                                                         o un embalsamo).

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